viernes, 15 de enero de 2010

Ni por nariz ni en colores

Por estos días, la palabra "cambio" está de moda. Nuestra política la ha puesto de moda. Pero más allá del cambio que se pretende dar a entender en las campañas de nuestros candidatos, se debe analizar lo que realmente significa este cambio. He de pensar cual es el cambio que queremos nosotros, no aquel que se nos quiere transmitir. He de pensar el cambio que le sirve a Chile.

De lleno en las elecciones, se han de analizar dos posibles escenarios con los que nos vamos a ver enfrentados, uno de los cuales será, efectivamente, el escenario en el que, queramos o no, 15 millones de personas nos vamos a mover por los siguientes cuatro años.

El primero nos habla de un triunfo por nariz, donde el bloque ahora llamado oficialista seguirá en el poder, con promesas de un autocambio y de una nueva estructuración política de sus partidos. Pero, ¿cuan efectiva será esta promesa? Nuestra incapacidad de creer en lo que los políticos nos dicen, nos lleva a tener que buscar evidencias. Y creo que no las encontramos. Dos de los actuales timoneles del bloque oficialista ya han presentado su renuncia, pero aun los vemos en las conferencias de prensa, escoltando díscolos y sentándose a su lado en señal de apoyo, y sus reemplazantes no son siquiera conocidos por la gran mayoría. Es decir, ellos siguen en el poder de sus partidos. De los otros dos, ni hablar. En este escenario, el bloque oficialista no se verá obligado a cambiar ninguna de sus prácticas habituales. Podrá seguir concediendo puestos a quienes estime conveniente, aunque no califiquen como los mejores, sólo por dar un ejemplo.

Ahora, en un segundo escenario, que se nos ha presentado en colores, con estrellas, flores, y un sinfín de ornamentos. Es un escenario en que el bloque de oposición triunfa, luego de haber cumplido por 20 años su papel de - valga la redundancia - oposición. Es en este escenario en que ambos bloques SI se verán obligados a cambiar. Por un lado tenemos al bloque de centroizquierda, que si quiere volver a tener los adeptos que en un momento tuvo, tendrá que reinventarse, rejuvenecerse, y mostrarse de una forma novedosa a su nuevo público. Por el otro lado, tenemos un bloque de centroderecha que desgraciadamente para ellos, cuenta por antonomasia con el desprecio de un sector importante de nuestra nación, por una previa dictadura que ellos han tenido que cargar en sus espaldas. Ellos deberán cumplir lo más cabalmente posible lo prometido, para probar suerte, para intentar que sean los que les escupen e insultan, los mismos que los alivien del peso de la dictadura. Unos tendrán que reinventarse, otros tendrán que organizarse. Cambio habrá.

Compatriotas, los llamo a superar el binominalismo, los llamo a sobreponerse a la lógica política de la Guerra Fría. Oxígenemos nuestra democracia. No es Frei, no es Piñera. No es Concertación, no es Coalición por el Cambio. Apostemos por una visionaria coyuntura. Apostemos por Chile.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Salve Marco

Antes que nada he de aclarar que con esta columna no pretendo expresar mi personal inclinación en términos de candidatos presidenciales.

Hay referentes políticos que quedan grabados en la memoria como anecdóticos, como un chiste dentro de toda esta oficialidad que se respira en las elecciones. Arturo Frei Bolívar por ejemplo, o más de algún candidato independiente, pero esos que de verdad lo son, con sus particulares franjas de televisión.
Hoy contamos con uno que pareciera serlo, pero que sin embargo las encuestas lo dan como el mejor capacitado para competir con el candidato de la centroderecha en una eventual segunda vuelta. Hablamos del ex socialista Marco Enríquez-Ominami, alias Marquitos o MEO.
Lo interesante de este fenómeno político no es el personaje en si, sino la capacidad de adhesión que tiene y el interés inusitado que ha provocado su candidatura. Si lo comparamos, por ejemplo, con el reciente PRI, cuyas únicas elecciones han sido las municipales hasta ahora, vemos que éste obtuvo alrededor de un 7% y ya se consideraba toda una revelación. Si teniendo esto en cuenta observamos hoy la candidatura de MEO, que en los sondeos más pesimistas cuenta con cerca de un 15% de adhesión comenzaremos recién a entender la magnitud del fenómeno.
Pero lo más importante es preguntarse de donde viene todo este apoyo hacia su candidatura. Se podría decir de buenas a primeras que es una forma de rebelión aliada con Marco, cuya principal causa son las elecciones primarias en las que no se le dio cabida. Sería una forma de plantearlo, pero al analizar votaciones anteriores y basándonos en la premisa de que la gran mayoría de los votos son los llamados voto hielo - dado que no hay recambio en los votantes - podemos decir que no sólo la votación concertacionista ha disminuido, sino que la votación de la derecha ha perdido puntos (si comparamos entre la suma de Lavín y Piñera en las elecciones pasadas y la votación de Piñera hoy). También, para reafirmar el nuevo planteamiento respecto a la candidatura que he de formular, se observa que en las encuestas públicas las instituciones o figuras públicas que figuran más abajo como factor común son los políticos y los partidos políticos. Tomando en cuenta estos datos, llego a la siguiente conclusión: La adhesión a Marco no es una rebeldía a la Concertación, sino más bien una rebeldía a la política actual que para la opinión pública está en detrimento.
Pero no nos olvidemos de la izquierda que quizá está en sus últimos días de “extraparlamentaria”. La candidatura de Arrate se ve fortalecida por el mismo precepto: el cansancio de la política. Claro, Arrate no es un factor nuevo, pero él si sabe que su votación no gozará del privilegio del podio, por lo que puede formular propuestas que él sepa inviables. Son aquellas propuestas las que hacen que su candidatura goce – siempre a ojos de la opinión pública - de cierta frescura.
Es así como se configura una nueva lucha, que no se queda sólo en las presidenciales, sino también pasan a las parlamentarias, esta vez con un marcado carácter generacional: ¿será posible el desplazamiento de los peces pesados de nuestra política para dar paso a los nuevos? ¿serán capaces estos nuevos personajes de convocar a su generación en torno a un fin común? Y quizá la pregunta más importante de todas: ¿querrán estos estandartes raídos salir de escenario, quizá tomar papeles más bien secundarios, o se rehusarán a todo intento de motín?

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Discurso final...

Cuando pensamos en educación, nos referimos a aquel proceso académico en el que se adquieren nuevos conocimientos a través de la enseñanza. Si se pretende ir más allá, estaremos hablando de formación, que no se limita solo a los conocimientos, sino que es el proceso por el cual cada persona e individuo se pinta y se esculpe a si mismo. Una vez terminada la obra, son capaces de desenvolverse por su cuenta, con sus propias ideas, capacitados para tomar sus propias decisiones (inglés).

Fue hace catorce años que cuarenta de nosotros entramos a este colegio, sin la menor idea de lo que pasaba a nuestro alrededor, sin la menor idea de a que veníamos. Y así fue como nos encontramos. Fue el azar el que nos juntó, y fue él también quien nos trajo hasta acá. Con el pasar de los años, íbamos aprendiendo, conviviendo, nos íbamos conociendo, nos volvíamos jóvenes, comenzábamos a soltar la mano de aquellos que nos sostenían para dar nuestros primeros pasos solos en el mundo. Con el pasar de los años no sólo caminábamos juntos, sino que corríamos, saltábamos, volábamos, nos alegrábamos, llorábamos. Con el pasar de los años nos dimos cuenta poco a poco de nuestro potencial, lo que cada uno de nosotros podía llegar a ser, intentando cada uno así, sacar el máximo de si mismo. Con el pasar de los años vimos también llegar como en desfile a muchos de los que pasarían a integrar esta incipiente tribu.

Y fue en la enseñanza básica con la ayuda de nuestros profesores Andrés Pinto y Nori Torres, que nos asomamos por primera vez al mundo de las letras y los números. Lecturas en voz alta, sumas y restas parecían dificilísimos en aquel entonces, desafíos titánicos. Como no olvidar aquellos viajes que resultaron siendo nuestro año escolar. En tren y en helicóptero. Vivíamos en un mundo donde nada de lo que conocemos ahora importaba, donde lo más importante eran los famosos clubes en días de lluvia o ver quien sería tu compañero de lectura. Fue en aquel vuelo donde se comenzaron a cimentar las verdaderas amistades que trascienden hasta el día de hoy, vuelo del que aún algunos no aterrizan.

El mundo se iba complejizando, al igual que nuestros conocimientos. Nuestros profesores ya no eran dos o tres, sino que uno por asignatura. Las ciencias ya no eran integradas, sino que naturales y sociales. La lectura ya no era una simple entretención, sino un proceso de inmersión en un mundo desconocido. Así suma y sigue.
Miss Mariana Ferrer y Mr. Ulises Vives se encargaron de hacernos notar eso, trataron de que nos diéramos cuenta de la magnitud del proceso que estábamos viviendo, que hacían descender un poco el avión. Avistábamos tierra, se aproximaba el aterrizaje.
Educación media. Mr. Beto con su ya conocida torta nos trataba de mostrar que nuestros actos no eran pasajeros y tendrían una repercusión futura, ahora nuestro esfuerzo valía para la educación superior, nuestro esfuerzo no era sólo pasajero, sino trascendente, cosa que muchos de nosotros no nos percatamos en ese entonces, sino que hace unos cuantos meses nada más. Presagios anunciaban la venida de un nuevo estilo de vida, para el que tendríamos que estar preparados desde ya.
Tercero medio. La maratón se transformaba en una prueba de velocidad. El viaje del que nos habían hablado toda nuestra vida escolar al fin había llegado… Partíamos al aeropuerto a las 4am, un poco temprano pero a nadie le importó mucho, pues finalmente allí comenzaba este anhelado viaje. En el que aprendimos cosas tan simples como qué documentos llevar y hacer durar los dólares hasta el último día, hasta cómo convivir con 2 ó 3 compañeros en la misma pieza… Fuimos espectadores de varios espectáculos en los diversos destinos que el viaje tenía para nosotros, pero el más hermoso fue el que nosotros le dimos el último día en Colonia, aquel karaoke que nos vio a todos llorar y despedirnos de este maravilloso capitulo de nuestras vidas
Cuarto medio. Las ruedas del avión tocaban suelo. Alistábamos nuestras maletas. Pero antes de bajarnos, quedaba el tramo más hermoso…nuestro último año junto a ese mismo grupo, el que 14 años después de aquel azaroso encuentro, se ve inmerso en un mundo de decisiones, esperanzas, desilusiones y sueños, con un gran camino por delante. Aterrizamos luego de volar. Volvemos a caminar. Damos nuestros primeros pasos en aquel mundo que siempre se nos mostraba como “el real”, eso que sonaba tan lejano, pero ahora es cuando debemos darnos cuenta que está tan solo a la vuelta de la esquina, esperándonos. Luego de 14 años en espera, somos soltados a nuestra suerte. Ya no somos aquellos niños que no conocen, que no saben. Somos jóvenes, e incluso podemos ser llamados hombres y mujeres.
…Lo que hayan sembrado en el camino es finalmente lo que cosecharán…

Queridos cuartinos, compañeros y amigos,
Hoy termina el viaje que aquellos pequeños, nosotros, comenzamos. No olviden que somos privilegiados, e intentemos sacar el máximo provecho a la formación que tuvimos estos maravillosos 14 años. Aprovechemos nuestras potencialidades, y recuerden que el viaje termina aquí, pero siempre nos podemos ver en la salida.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Sólo un deja vù.

Los pasos se sentían cada vez más cercanos, sonaban cada vez más fuerte. Sentía que tenía que levantarse, pero no podía, el miedo lo mantenía quieto e impávido, esperando, esperando. Lo que fueron segundos parecieron horas, hasta que por fin se vislumbró una silueta en el umbral de la habitación: facciones familiares pero con una expresión no conocida se mostraron por fin; era Tomy. Al menos estaba vivo, pensó, pero sus músculos seguían igual de tensos. Su hermano entró en la habitación, caminando como quien quiere demostrarse el dueño de la habitación. – Vamos, ya es hora de levantarnos – dijo Tomy, mirando a su hermano hacia abajo y con el ceño fruncido. Albert, obedeciendo por la inercia que le provocaba el miedo, se apartó lentamente del las sábanas y se incorporó rascándose la cabeza y estirándose. En el mejor de los supuestos (que era el que Albert se imaginaba), había pasado un día en el que su hermano no había muerto, y habían cambiado de motel. Pero mientras pensaba esto con una incipiente sonrisa, un puñetazo lo aterrizó. De rodillas en el suelo y con las manos apoyadas, escupiendo sangre, le llegó una patada en el estómago. Otra. Otra. Pisotón en la espalda. Tomy luego lo agarró de un mechón de pelo y lo incorporó. – Te crees muy listo ¿eh? – de frente contra la pared – con que “eligiendo” no acatar ¿eh? – continuó. – Tomy, no voy a pelear contigo – dijo con tono calmo, sin haber escuchado nada de lo que su hermano le había dicho, mientras se secaba la sangre de la orilla de su boca. Se incorporó de nuevo lentamente, erguido, sólo para estar a la altura de su hermano. Se miraron a los ojos por un momento, hasta que un violento alarido de de Tomy dio a entender que la golpiza seguía. Albert paró el puño de Tomy, pero no vio venir el del otro brazo. Suelo de nuevo. – Tomy ¿qué haces? – preguntó Albert, con un tono ya lastimoso y entrecortado. – Que inocencia… - respondió Tomy mirando distraídamente hacia un lado de la habitación, como buscando algo. Con Albert tirado en el piso, fue caminando rápidamente hacia donde estaba mirando, tomó un piso y se lo tiró. Albert ya no sabía que hacer. Era su hermano, pero no se comportaba, ni siquiera parecía del todo se hermano. - ¿Quién eres? – le preguntó finalmente. Tomy cambió bruscamente la dirección de su mirada, dirigiendo toda su atención visual a Albert. – Yo, mi querido Albert, soy la personificación misma de la ruina – dijo, ahora mirándolo y con una sonrisa en su rostro. Intentando erguirse de nuevo, Albert comenzó a buscar en la habitación algo que lo ayudara a salir de ahí. Mientras se acercaba Tomy peligrosamente con el rostro encendido de furia, se agachó, tomó uno de los patas del otrora piso y le dio un batazo en el rostro. – No me importa quién seas, mientras no seas mi hermano -. No le interesaba inflingirle dolor, sólo salió por la puerta, lo más rápido que sus lesiones le permitían, mientras el seminoqueado Tomy lo perseguía. - ¡Tú no escaparás! – le gritaba en el camino - ¡la espiral es INFRANQUEABLE! – le gritaba ya descontrolado. Albert paró en seco, dándose vuelta para enfrentar al que parecía le había dado 49 días de impiedades. Era el todo o nada. – Dime de una vez ¿¡Quién eres!? – le dijo conteniéndose, aunque sin evitar un grito. Ya más calmado, Tomy le respondió – soy la perdición terrenal de los humanos, posible sólo gracias a su pereza y sus miedos. Soy tu día uno al cuarenta y ocho. Soy tu… - puñetazo. Lo que parecía Tomy intentó seguir hablando, pero justo al abrir la boca se dio cuenta de que sus manos se desvanecían. Era como si una estatuilla de polvo se la llevara el viento. Iba lento como un reloj de arena, grano a grano. Con una expresión de horror y un grito desgarrador en el aire, Tomy se desvanecía, poco a poco. Albert miraba la escena estupefacto. Ya no eran sólo sus manos, sino que sus brazos se desvanecían también, luego su torso, sus piernas…su rostro. Al transformarse el último trozo de Tomy en polvo, el mismo polvo se levantó del suelo, como con un remolino y se movió hacia Albert, cual enjambre. Albert, pegándole al aire con sus manos, con los ojos cerrados y caminando a ciegas hacia atrás, no pudo ver la ventana que se le aproximaba, hasta que de un tropezón cayó por ella…

Sonaba su canción favorita de despertador: creep. Era un nuevo día, como le gritaba afablemente su hermano mayor, que para su desagrado, ya estaba entero vestido. Era un nuevo día, uno de tantos dijo en un principio. Se duchó, se vistió, miró el reloj: 8 de la mañana. Cerca del minutero podría haber jurado que…no, pero era imposible, se dijo. El teléfono sonó, su hermano contestó. Era un número equivocado al parecer. Se sentía mal, se sentía pésimo, pero no era momento para quejas. Tenían todo un nuevo día por delante. “¿Al mismo café de siempre?” Albert la pensó por un instante, y aunque adormilado, le respondió – No, veamos algo nuevo para hoy – a lo que su hermano le respondió con una sonrisa de aprobación. – Me gusta tu actitud…ahora levántate y dúchate, tenemos todo un día por delante – concluyó Tomy. Cavilación. – Tomy, espera… ¿sonó el teléfono antes? – le preguntó, rascándose la cabeza – Sí, equivocado… ¿por qué? – le respondió intrigado -. Albert mirando el teléfono, le dijo – No…deja vù nada más. Creo que tuve una pesadilla. En diez minutos estoy listo – dijo levantándose, con una enorme sonrisa en el rostro.
Era primera vez en 48 días que se levantaba sin creer saber que iba a pasar, primera vez que se levantaba sin temor a lo que podía pasar. No quería planear nada. No quería anticipar nada. En ese momento, sólo le importaba que su pie pisara bien en cada paso hacia la ducha. Paso a paso.

domingo, 30 de agosto de 2009

El día 49.

Ya iban 48 días en espiral. Ya iban 48 rutinas sin salida. Ya iban 48 veces que un hermano miraba a otro hermano morir. Cada día era peor que el anterior. Cada día sentía más el deseo de gritarle a todo aquel que se le cruzara, cada día adquiría más conocimiento sobre una estúpida rutina que el mismo llevaba a cabo, día tras día. Había visto vigas caer, había visto asaltantes violentos, caídas a hoyos de construcción, incluso una abeja (justo cuando el destino tuvo a bien dejar en evidencia la alergia de Tomy).
Durante un tiempo (tiempo, curioso concepto), el hermano menor, Albert, había intentado dar con una solución, investigar sobre fenómenos que hayan ocurrido antes de esta naturaleza, analizar que había cambiado con respecto a los demás días normales de su vida, aquellos en los que se iba a dormir un 23 de agosto y despertaba en un 24 de agosto. Había recurrido a tarotistas, aquellos del parque cercano al centro comercial. Si el tiempo hubiera avanzado de forma regular a través de estos 48 días y Albert hubiera hecho las cosas que hizo, seguramente lo habrían tildado de loco. Pero el tiempo no avanzaba. Sólo Albert conocía el día. Sólo él podía desentrañar el enigma detrás de esto. Pero no encontraba nada, absolutamente nada.
Desesperado. No hay otra palabra para describir el estado en el que Albert se iba a su cama cada noche. No sólo lo embargaba el impacto por la pérdida de su hermano (que más que impacto se había transformado en un diario caminar). También tenía que lidiar con el sentimiento de fracaso de cada día al no poder remediar su situación, y el miedo que le provocaba el probable nuevo día. Un 24 de agosto, con su hermano muerto, y el tiempo ya avanzado de forma regular. Sin forma de recuperarlo. Una muerte que para toda otra persona calificaría de “normal”.

El día 49, ya cansado de levantarse todas las mañanas a evitar una posible muerte, Albert se despertó sin ánimos de despertarse, ¿qué más daba, si finalmente iba a tener que ver a su hermano morir nuevamente, ya sea camino a la fuente de sodas, saliendo de esta, camino de vuelta al motel, ya en el motel...
Creep en el despertador. Grito de Tomy. Llamada equivocada. Pero hoy no saldría de casa. No esperaba que una respuesta llegara así como así, ni caída del cielo, nada por el estilo. Simplemente no la esperaba. No quería hacer nada en absoluto. Sólo hibernaría por un tiempo, pero nadie ni siquiera lo notaría. No se le podía llamar siquiera hibernación, porque para eso tendría que haber tomado una decisión, pero esto era precisamente lo contrario: no hacer nada, no decidir nada, sólo basado en la desesperanza. Quizá Tomy le preguntaría si se siente mal y luego moriría…y al otro día le preguntaría de nuevo…sólo cerró los ojos y dio vuelta su almohada para esperar la notificación de muerte de su hermano unas horas más tarde, si alguien se dignaba a llamarlo.
La luz del nuevo (¿nuevo?) día lo despertó, y, aunque somnoliento, Albert dedujo algo: nadie le había notificado de la muerte de su hermano el día anterior, para su sorpresa. Eran extranjeros en la tierra que pisaban, pero no habría venido mal una llamada policial o algo por el estilo. Aunque todo lo que estaba viviendo no formaba parte del tiempo normal, hubiera sido agradable (contextualizando también a la situación) haber sabido que a alguien más le importaba la muerte de su hermano. Pero no.
Se quedó en su cama, esperando que Tomy le gritara que se levantara – cosa que debía pasar en alrededor de 30 segundos, le dictaba su reloj interno -, pero nuevamente para su sorpresa, no pasó nada…algo raro había en el ambiente. Su corazón se dio cuenta antes que él. Con un salto les estaba haciendo saber que no se había levantado con el despertador. Que no había tal despertador de hecho…mirando alrededor, se dio cuenta que no era su pieza, que no estaba acostado en su cama, y se escuchaba a alguien caminando hacia la puerta de la habitación, intentando no hacer ruido, pero a paso firme.

Segunda parte

domingo, 9 de agosto de 2009

Un día como aquel

Sonaba su canción favorita de despertador: creep. Era un nuevo día, como le gritaba afablemente su hermano mayor, que para su desagrado, ya estaba entero vestido. Era un nuevo día, uno de tantos dijo en un principio. Se duchó, se vistió, miró el reloj: 8 de la mañana. Cerca del minutero podría haber jurado que…no, pero era imposible, se dijo. El teléfono sonó, su hermano contestó. Era un número equivocado al parecer. Se sentía mal, se sentía pésimo, pero no era momento para quejas. Tenían todo un nuevo día por delante. “¿Al mismo café de siempre?” y, como todo humano adormilado hubiera hecho, respondió por inercia “sí”, aun con los ojos medios entrecerrados. El café no tenía gusto. Los sándwiches no olían a exquisitez. El asiento no tenía textura. El sándwich que corrió por parte de la casa en aquel fuente de sodas no le importó. Las palabras para el plan del día de su hermano no hacían eco en sus oídos. No lo pensó en el momento, pero ahora que lo piensa, debe haber pensado que pensó que era por que tenía sueño nada más. El café se le cayó a la garzona, y se derramó por todo el suelo. “¡Mierda! mejor vayámonos antes que…no sé cualquier cosa”. Y siguieron su camino. Vago para el chico. Con rumbo para el grande. Y cruzando una calle pasa un auto…y en ese momento despertó por completo, sólo para verlo muerto, tirado en el piso desangrado, sin vida.

Sonaba su canción favorita de despertador: creep. Era un nuevo día, como le gritaba afablemente su hermano mayor, que para su desagrado, ya estaba entero vestido. Era un nuevo día para todos, uno de tantos dijo en un principio. Se espabiló “¿¡Tomy?!” “¿Qué, una araña?” –dijo recordando su la fobia de su hermano menor - “No, no…nada” dije con el ceño fruncido por fuera y por dentro. En la ducha, como siempre (¿siempre?) fue cuando en verdad lo dimensioné. “¿No sientes un deja vú o algo así?...Como si…ya nos hubiera pasado antes…” “Mmm…no, ¿por qué?” Silencio. El teléfono sonó, su hermano contestó. Parecía ser un número equivocado. “¿El café de siempre?” “Sí, el…mismo”. El café no tenía gusto. Los sándwiches no olían a exquisitez. El asiento no tenía textura. El sándwich que corría por parte de la casa en aquella fuente de sodas no le importó. Las palabras para el plan del día de su hermano no hacían eco en sus oídos. Se sentía dormido y lo sabía. Ahora ¿qué es el ahora? La alegórica expresión de emociones en su apogeo. El café se cayó, pero su brazo estaba ahí para sostenerlo, diez centímetros antes de que lamiera el suelo. “Buenos reflejos, hermano” “Sí…de algún modo lo sabía” dijo algo incómodo. Se terminaron su desayuno, y venía el apuro. Ahora o nunca. Exaltación o arrepentimiento. Iban a cruzar la calle, casi se le olvida, y pasó el mismo auto, a la misma velocidad, sólo que esta vez él paró a Tomy, para su suerte. “Gracias, te debo una” con una sonrisa cómplice en su cara. “Hoy quizá deberíamos relajarnos un poco, pagar el hotel, empacar el auto e irnos pa’ otro lao nomá’” “Sí, ya estoy medio chato del hotel ese”. “¿Adonde te gus…?”. Su última frase no alcanzó a llegar al cementerio de palabras del ahora. Ni se le ocurrió mirar hacia arriba, de ver el por qué. Nadie tenía por que soportar ver morir a un hermano dos veces. “¡Alguien llame una ambulancia por la mierda!” Nadie atinaba. No quería ver sus ojos desorbitados de nuevo, tampoco el hoyo en la cabeza, ese sangriento, duro hoyo que debió haber quedado, pero tenía que…

Sonaba su canción favorita de despertador: creep. Era un nuevo día, como le gritaba afablemente su hermano mayor, que para su desagrado, ya estaba entero vestido. Ya no necesitaba espabilar. Era como si no hubiera dormido en tres días. Se levantó bruscamente, enojado, preocupado, angustiado. “¿El café…?” “Sí el de siempre…”. “Como digas…” “Tomy escucha…he vivido este día dos veces ya” Y sonó el teléfono. “No contestes, está equivocado”. “Cuando vuelvas de tu mundo de fantasía hablamos ¿ya?” Tomy contestó el teléfono “Aló…no…está equivocado” dijo frunciendo el ceño a su hermano.
“Déjame ver si lo entiendo ¿Este día lo has vivido varias veces, como si fuera una…espiral? Y finalmente te despiertas en la mañana de este día cuando…”. “Sí cuando voy de vuelta al hotel, justo después de este café y ahora viene un sándwich por cuenta de la casa”. Quizá se le había olvidado un detalle. “El sándwich corre por cuenta de la casa” dijo la garzona en su primera ida a la mesa. A la segunda, se le cayó el café, y como era habitual, el chico se lo atajó justo en el aire. “Buenos re…”. “No, yo ya sabía que iba a pasar ¿Me crees ya?”. “¿Tengo otra opción?”. “Bien, entonces hazme caso en todo lo que te diga, sin alegar ni nada ¿hecho?”. Silencio. “Hecho”.


Primera parte .

domingo, 31 de mayo de 2009

Breve introducción a las helecsiones

¿Usted ha visto alguna vez en algún remoto país lejano (o quizá no tan lejano) a un grupo de personas con afanes de grandeza y algo de buena reputación (omitamos el origen) que pelean y pelean por el apoyo de un grupo de personas distinto a ellos (o quizá no por su apoyo, sino el poder que éste representa), sin siquiera tener claros los intereses de ese segundo grupo de personas?¿Qué tal si a esta situación le agregamos un desorden dentro de cada uno de los equipos que los ayudan para conseguir tal objetivo (y no sólo en el equipo directo, sino también lo que está detrás de ese equipo, y lo que está detrás de ese más grande también)? Es probable que a esto le podamos agregar unos cuantos elementos más, pero creo rescatar aquellos que más importan, o que más deberían importar a aquel segundo grupo de personas.

Es probable que este sea un fenómeno característico en estos tiempos de un sector al suroeste de ese pueblucho que llaman Latinoamérica, ese “parque temático del subdesarrollo”, como algunos han llamado a la zona en la que habitan. Ese rincón del mundo se llama “Shile” desde hace años. Ahora bien, dentro de este país (sí, es un país) existen dos coaliciones de carácter político, que en sus inicios, solían definirse (y diferenciarse) por su ideología, siempre confrontada la una a la otra. Ahora ambas han tendido más bien al centro ideológico, a un lugar en el que nadie se sienta excluido ni tampoco experimente repulsión al pensar en él, pero que a la vez, tenga adherentes fieles a su “hideología” (si, con h y entre comillas).
En este escenario político, se presenta un período en el que los ojos del segundo grupo de individuos (y del primero también, pero eso debiera –sólo debiera – ser habitual) se torna al ambiente político. A ese de clima turbio, neblinoso, sin muchas cosas a la vista (simple vista, me refiero). Y ahí ven personas emerger como posibles candidatos para las helecsiones (helecsiones para Presidente de Shile, olvidé mencionar).
Por el sector de la centroderecha (lo que en un principio fue definido como tal), la autodenominada coalición “Aliansa por Shile” levanta un candidato que ya se repite el plato en este tipo de certámenes. Egresado de Harvard, economista y empresario (muy empresario le dirán por ahí), quien figura entre las mil personas con más dinero en el mundo: Cebastián Pinhera. Por el momento, él ha corrido sin mayores problemas en su sector, incluso hasta ganando las encuestas nacionales de intención de voto y todas esas ilusorias, quizá hasta certeras encuestas.
Por el bloque de la centro izquierda (o lo que en un principio fue definido como tal), la también autodenominada Consertación ,el bloque que en estos momentos lleva casi veinte años en el gobierno, tenemos a un ingeniero civil civil (mención hidraúlica eso sí), ex presidente de Shile, cuyo bolsillo tampoco ha sufrido mucho (estos bolsillos políticos…), hijo de un también ex presidente que en su época fue un símbolo y un referente por si solo y (¡oh! casualidad) le concedió el honor de llevar su nombre: Heduardo Frey Ruis-Tagle, hijo de Heduardo Frey Montalba, es hoy por hoy, el candidato oficial de la mencionada Consertación, luego de burlar el primer obstáculo en su carrera hacia su abandonado sillón presidencial
Este bloque, eso si, ha corrido con una suerte un poco peor que su (sí, digámoslo) competidor directo. En el último año, la Consertación ha perdido a más de algún referente clave, que quizá se va a fundar otros partidos, que quizá se va hacia la centroderecha, o quizá a la izquierda (que no se nos quede en el tintero); quizá incluso se levanta como candidato presidencial desde su podio, hecho con sus propias manos: son los marginados, los arrepentidos quizá, los desleales según algunos, ellos, ellos son la parte interesante, (¿y porqué no?) divertida en esta obra, aquellos que nos darán las elecciones más entretenidas, inestables, poco frecuentes, despiadadas y (repito: ¿porqué no?) maliciosas que se hayan visto en la última mitad de siglo en Shile.

Próximo artículo: Hadolfo Saldívar, el marginado pionero.
Marko Henríquez – Hominami, el casi marginado aspirina.