Salve Marco
Antes que nada he de aclarar que con esta columna no pretendo expresar mi personal inclinación en términos de candidatos presidenciales.
Hay referentes políticos que quedan grabados en la memoria como anecdóticos, como un chiste dentro de toda esta oficialidad que se respira en las elecciones. Arturo Frei Bolívar por ejemplo, o más de algún candidato independiente, pero esos que de verdad lo son, con sus particulares franjas de televisión.
Hoy contamos con uno que pareciera serlo, pero que sin embargo las encuestas lo dan como el mejor capacitado para competir con el candidato de la centroderecha en una eventual segunda vuelta. Hablamos del ex socialista Marco Enríquez-Ominami, alias Marquitos o MEO.
Lo interesante de este fenómeno político no es el personaje en si, sino la capacidad de adhesión que tiene y el interés inusitado que ha provocado su candidatura. Si lo comparamos, por ejemplo, con el reciente PRI, cuyas únicas elecciones han sido las municipales hasta ahora, vemos que éste obtuvo alrededor de un 7% y ya se consideraba toda una revelación. Si teniendo esto en cuenta observamos hoy la candidatura de MEO, que en los sondeos más pesimistas cuenta con cerca de un 15% de adhesión comenzaremos recién a entender la magnitud del fenómeno.
Pero lo más importante es preguntarse de donde viene todo este apoyo hacia su candidatura. Se podría decir de buenas a primeras que es una forma de rebelión aliada con Marco, cuya principal causa son las elecciones primarias en las que no se le dio cabida. Sería una forma de plantearlo, pero al analizar votaciones anteriores y basándonos en la premisa de que la gran mayoría de los votos son los llamados voto hielo - dado que no hay recambio en los votantes - podemos decir que no sólo la votación concertacionista ha disminuido, sino que la votación de la derecha ha perdido puntos (si comparamos entre la suma de Lavín y Piñera en las elecciones pasadas y la votación de Piñera hoy). También, para reafirmar el nuevo planteamiento respecto a la candidatura que he de formular, se observa que en las encuestas públicas las instituciones o figuras públicas que figuran más abajo como factor común son los políticos y los partidos políticos. Tomando en cuenta estos datos, llego a la siguiente conclusión: La adhesión a Marco no es una rebeldía a la Concertación, sino más bien una rebeldía a la política actual que para la opinión pública está en detrimento.
Pero no nos olvidemos de la izquierda que quizá está en sus últimos días de “extraparlamentaria”. La candidatura de Arrate se ve fortalecida por el mismo precepto: el cansancio de la política. Claro, Arrate no es un factor nuevo, pero él si sabe que su votación no gozará del privilegio del podio, por lo que puede formular propuestas que él sepa inviables. Son aquellas propuestas las que hacen que su candidatura goce – siempre a ojos de la opinión pública - de cierta frescura.
Es así como se configura una nueva lucha, que no se queda sólo en las presidenciales, sino también pasan a las parlamentarias, esta vez con un marcado carácter generacional: ¿será posible el desplazamiento de los peces pesados de nuestra política para dar paso a los nuevos? ¿serán capaces estos nuevos personajes de convocar a su generación en torno a un fin común? Y quizá la pregunta más importante de todas: ¿querrán estos estandartes raídos salir de escenario, quizá tomar papeles más bien secundarios, o se rehusarán a todo intento de motín?
