El despertar
Ella, la que solía ser considerada el mejor regalo…
¿Qué pretendía esta mujer? ¿Quería que yo reaccionara de cierta forma? ¿Un estudio o algo así? Que ingenuo era…que idioteces pensaba...
-¿Acaso eres tú la piedra? ¿El zorro que vi ayer? NO – mi tono de voz se había elevado ya a la ira – así que, si no vas a hablar claro, por favor, no hables – mi semblante estaba cambiando. Varios acertijos me azotaban y…me dolían. Mi cara se enojaba, y ella lo notaba, pero no me decía nada. Pobre niño tonto que era. Luego de un largo rato de silencio, ella murmuró:
- La verdad es que… - caviló ¿era eso bueno o malo? –…sí. Lo pensé y de cierta forma lo soy -.
“Lo pensé”. Primera vez que no tenía una respuesta en código, y que la entendí inmediatamente. Sí, claro que lo había entendido, por lo menos, eso creía. Niño tonto que era. – Expláyate – le dije, cambiando radicalmente mi tono de voz. Yo creyendo que era quién dominaba la conversación. Un tonto amable emergió de mí ¿por qué mi tono cambiaba así de rápido? ¿Era interés por sus palabras, mi inestabilidad…que era? El semblante se calmó, mi cara se interesó. – Vamos, tú eres mejor que eso, lo sé – me dijo, con tono de incipiente súplica, cual profesor que incita a su mejor alumno – en el fondo sabes quién soy, sabes a quién matas, pero vine a preguntarte… ¿te importa? ¿Te importa en verdad saber a quién matas día a día o te importa detenerte? Vine para que recapacites, si es que aún está dentro de tus capac… – su voz se detuvo bruscamente, como espantada – eso puede ser…quizá ustedes ya ni saben ni les importa…pero…no…¿qué voy a…? – una fracción del mar salió de sus ojos. Una triste, penosa, y hermosa escena. Y lo peor es que yo estaba ahí ¿Que otro ser humano peor para consolar? Já. Ahora que lo veo hacia atrás, veo que es la pregunta más tonta del mundo, junto con todas las demás que he de cuestionarme y cuestionarte después. – No te pongas así… -. Mi mano se posó en su hombro, mientras que la otra corría dejando su mejilla seca, árida. Todos mis gestos y posturas eran dubitativos. Si hubiera algo que pudiera hacer…ella lloraba desconsoladamente, cualquier cosa que la hubiera ayudado, pensaba yo en ese instante. – Sí… - dijo entre sollozos. Sin levantar la cabeza, y después de un largo rato, me dijo –…en verdad…si hay algo que puedes hacer – hasta ese momento pensaba que nada más de esta bella muchacha me iba a impresionar. Pobre tonto ingenuo que era… – Cuídame, por favor…- me miró a los ojos muy fijamente, desnudándome hasta el alma. Era un deseo sincero, no de esos del momento. Ella en verdad me necesitaba… ¿para qué? No sé. En esos momentos no me importaba mucho. Me necesitaba, estaba llorando, y me necesitaba, estaba sufriendo y me necesitaba. De un momento a otro me abrazó, se apegó a mí de tal forma de transmitirme todo. Anda a saber tú que pasó ahí…pero desde ese momento que creo en la magia. - ¿Ahora me entiendes? – me dijo al oído. – S…Sí – mi voz tiritaba – perfectamente… - dije finalmente casi con seguridad. Luego me dijo: – La próxima vez que vayas a – se arrepintió de lo que iba a decir - …no. La próxima vez que hagas cualquier cosa, piensa en mí primero. Piensa lo que duele, piensa. Empatiza. Sólo pido eso -. Dicho esto, se separó despacio de mi pecho, se paró lentamente mirándome a los ojos, lentamente siempre diciéndome algo. La naturaleza caminó lejos de mí, mas siempre mirándome, nunca me dio la espalda…
Sentí algo húmedo en el cachete, frío en mis pies. Abrí los ojos y estaba oscuro, el perro ladraba fuerte afuera. Los perros estúpidos... – Gracias – murmuré por lo bajo, algo apesumbrado.
¿Todo esta maravillosa experiencia, quitada de mis manos por un puñado de perros...? De todas formas nunca olvidaría a ésta mujer, la de unos rasgos faciales que parecían cortados con cuchillo. La de ojos verdes despampanantes, de nariz respingadita. La de ropa con perfecta combinación con sus ojos, extremadamente aseada, inmaculada y hermosa.
Fue la mejor experiencia de mi vida. La mejor experiencia que me dio a conocer la peor evidencia. Que paradoja ¿no? esa que nos mata, esa que la mata La envenenamos por dentro, la corroemos, la corrompemos, pero ella sige…. Mátala, mátate, que importa. No. Así no funciona. Eso me lo dijo ella, ella misma, ¿quien mejor?

2 comentarios:
Lo sospeche desde un principio, jaja. Madre tierra. eri seco pa escribir Juan, ya te lo había dicho. Un buen cuento, que me dejo bien metido XD, eso un saluo chau
Ya te dije que estaba bueno (:, también me gusta mucho como escribes, como tu me dijiste una vez, es simple, pero es agradable leerlo, es entretenido ver como personificas a la madre tierra y la reacción que causa en el personaje, me gusta y ojalá ella pudiera hablarnos así a cada uno, tengo seguro, que el mundo sería un lugar mejor...
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